No dejes escapar las bendiciones
En este mundo tendrán aflicciones… Quizás no sean nuestras palabras favoritas de la Biblia. Pero, nos guste o no, fue Jesús Quien las dijo. Algunas personas piensan que los predicadores de la fe no las creen. Piensan que enseñamos que, si andas por fe, no tendrás ningún problema. Pero eso no es cierto. Somos muy conscientes de que este mundo está lleno de problemas. Obviamente, mientras sigamos en él, también enfrentaremos problemas.
Sin embargo, la diferencia entre nosotros y otras personas es la siguiente: nosotros no nos detenemos en ese punto, sino que predicamos el resto de la historia. También predicamos lo que Jesús dijo a continuación. Él dijo: «Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33, Nueva Versión Internacional).
¡Gloria a Dios! Jesús dijo que podíamos tener paz en medio de las aflicciones de este mundo. Él dijo que en Él podríamos vencerlas.
Ken y yo sabemos por experiencia cuán verdaderas son esas palabras. Hemos andado con el Señor durante muchos años y hemos enfrentado serios problemas durante ese tiempo. Problemas financieros, enfermedades y desafíos con nuestros hijos. Hemos encontrado problemas para los cuales, naturalmente, no teníamos respuestas. Pero ¿sabes qué? Descubrimos que, si nos manteníamos firmes en Dios y confiábamos en lo que Él dijo en Su Palabra, Él nos ayudaría a salir adelante. Descubrimos que Jesús ha derrotado a todos los enemigos que se nos han enfrentado y que, cuando lo seguimos, Él nos saca de los problemas y nos lleva a la victoria cada vez.
Descubrimos que, en Él, realmente tenemos paz.
Hace unos años, aprendí que la palabra paz (que es la palabra shalom en hebreo) significa literalmente “estar completo, o perfectamente intacto, sin faltantes ni roturas”. La Biblia nos dice que, en el nombre de Jesús, tenemos un pacto de paz con Dios.
¡Piénsalo! El Dios Todopoderoso ha hecho un pacto de sangre con nosotros, y nos promete mantenernos en plenitud e intactos, sin faltantes ni roturas, en medio de un mundo caótico y peligroso.
Un caso de negligencia
Entonces, si tenemos este maravilloso pacto de paz, ¿por qué tantos cristianos viven derrotados y quebrantados? ¿Por qué tantos creyentes buenos y nacidos de nuevo caen presa de las destrucciones del mundo, cuando Dios ha prometido librarlos? Creo que Hebreos 2 nos revela la respuesta. Como herederos de este pacto de salvación, hay instrucciones que debemos seguir:
Puesto que todo esto es cierto, debemos prestar mucha más atención que nunca a las verdades que hemos oído, no sea que de alguna manera nos desviemos [de ellas] y nos deslicemos. Porque si el mensaje dado por medio de los ángeles [la Ley que ellos le entregaron a Moisés] era auténtico y se demostró seguro, y toda transgresión y desobediencia recibió un castigo apropiado (justo y adecuado), ¿cómo escaparemos nosotros… si descuidamos y rechazamos prestar atención a una salvación tan grande [como la que ahora se nos ofrece, dejando que se nos escape para siempre]? (versículos 1-3, Biblia Amplificada, Edición Clásica, AMPC).
No tenemos que hacer nada terrible para encontrarnos atrapados en algún problema sin salida aparente. No tenemos que estar pecando o en rebelión contra Dios. Todo lo que tenemos que hacer es descuidar lo que Él ha hecho por nosotros. Según el diccionario Webster, la palabra “descuidar” significa “ignorar o despreciar; no cuidar o atender lo suficiente o adecuadamente; no llevar a cabo por desidia o intencionadamente; dejar sin hacer”.
Es fácil dejar que las cosas espirituales se nos escapen. Aunque hayas estado entusiasmado y emocionado con las verdades de Dios, se te escaparán si dejas de prestarles atención. Si no las mantienes a la vista y en tus oídos, podrías volver a caer en la incredulidad.
Como hijos de Dios nacidos de nuevo, tenemos una gran salvación. Pero, si solo nos levantamos por la mañana, vamos al trabajo, volvemos a casa, cenamos, vemos la televisión y nos acostamos como lo hace la gente natural, sufriremos derrota y calamidad junto con el resto del mundo. Si nos ocupamos demasiado con otras cosas y no prestamos la debida atención a las cosas de Dios, perderemos los beneficios de nuestra salvación que están disponibles mientras aún estamos en la tierra. Los beneficios del pacto son para el aquí y ahora… ¡y también el más allá!
Beneficios que no son automáticos
¿De qué beneficios hablo?
Si no sabes la respuesta, no podrás experimentar la plenitud de tu salvación. Al fin y al cabo, no puedes aferrarte a todo lo que Dios te ha proporcionado si no sabes cuáles son esos beneficios y que ya te pertenecen.
Para comprender plenamente los beneficios de tu salvación, necesitas leer y estudiar continuamente la Palabra de Dios. No andarás en victoria sin saber lo que dice la Palabra. Jesús dijo: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:31-32).
Un buen lugar para comenzar a comprender la salvación es aprendiendo el significado de la palabra. La mayoría de los creyentes piensan que la palabra salvación simplemente significa “ser salvado de la condenación eterna”. Pero su significado excede con creces esa realidad.
La palabra salvación se refiere a la liberación de todo tipo de mal, tanto temporal como eterno. Se refiere a la preservación espiritual y material; la liberación del temor al peligro; así como el perdón; la restauración; la sanidad; la integridad; y la solidez en espíritu, alma y cuerpo.
Es cierto que, cuando nacemos de nuevo, somos salvos del castigo del pecado (Romanos 5:9). ¡Hemos sido librados del infierno y nos dirigimos al cielo! Sin embargo, eso no es todo lo que incluye nuestro pacto de salvación. También nos proporciona una vida de libertad mientras aún estamos en la tierra. Nos libera del dominio del pecado en esta vida (Romanos 6:14).
¡Gracias a Dios, ya no tenemos por qué pecar más! Hemos nacido de Dios y tenemos el poder de vivir una vida santa. El Salmo 91 nos dice que Dios también promete protegernos de los peligros terrenales. Dice que seremos liberados de la pestilencia, la cual incluye enfermedades graves, hambrunas, terremotos y otras calamidades. Dice que seremos protegidos de la muerte repentina que viene por las armas de los hombres. Nos promete una vida larga y satisfactoria, y la liberación de todo tipo de problemas que se nos presenten.
Son promesas maravillosas, pero no operan en nuestras vidas automáticamente solo por ser cristianos. Operan bajo condiciones específicas, y los versículos 1-2 nos lo revelan: “El que habita en el lugar secreto del Altísimo permanecerá estable y fijo bajo la sombra del Todopoderoso [Cuyo poder ningún enemigo puede resistir]. Diré del Señor: Él es mi Refugio y mi Fortaleza, mi Dios; en Él me apoyo y dependo, ¡y en Él confío [con seguridad]!” (AMPC).
Tu lugar de morada
La primera condición con la que nos encontramos es la de permanecer en el Señor, o mantenerse constantemente cerca de Él. Si no eres constante en tu andar con el Señor, no verás las promesas del Salmo 91 manifiestas en tu vida de forma constante.
No es culpa de Dios. Él siempre quiere liberarte y ser misericordioso y bondadoso contigo. Él está dispuesto a hacerlo, y tiene la maravillosa capacidad de mantenerse al día y bendecirnos a todos. No tenemos que buscarlo cuando lo necesitamos, porque Él siempre está con nosotros. Pero, Él no es como el diablo, que viene e intenta obligarte hacer lo que él quiere. Dios no tomará el control y te obligará a hacer las cosas a Su manera, ni te impondrá Sus bendiciones. Hará todo lo posible para que te vuelvas hacia Él, pero no te dominará. Se acercará a ti y esperará a que le abras la puerta de la fe.
¿Cómo mantienes esa puerta abierta? Dándole a Dios el primer lugar en tu vida. Y no puedes hacerlo siendo un cristiano perezoso. Una y otra vez, la Biblia nos dice que debemos buscar a Dios ante todo si queremos Su bendición en nuestras vidas. Buscar es una palabra bíblica que significa “perseguir con intenso esfuerzo”.
Si quieres experimentar la plenitud de esta gran salvación que Jesús compró para ti, tendrás que hacer un esfuerzo constante… no solo cuando te convenga. No puedes vivir una vida de pecado, descuidando las cosas que sabes que debes hacer, y luego esperar volverte a Dios cuando necesites ayuda.
Algunas personas lo hacen. Piensan: “Dios me cuidó la última vez que no estaba viviendo correctamente. Así que, la próxima vez, hará lo mismo.”
Esa actitud es peligrosa.
Si sigues rebelde y obstinado, tu corazón se endurecerá. Uno de estos días, serás incapaz de acudir a Dios cuando necesites ayuda. Incluso, si pudieras acudir a Él, es posible que te encuentres bajo tanta condenación mental y de corazón, que tu fe no funcionará.
“Pero yo no estoy rebelándome”, podrías decir. “Es solo que últimamente he estado demasiado ocupado para dedicarle tiempo a la Palabra o a la oración.”
Entonces, será mejor que simplifiques tu vida. No puedes dedicarle tu tiempo a otras cosas, llenando tu corazón y tu vida con preocupaciones naturales, y esperar ser fuerte en la fe cuando lleguen los problemas.
“Oh, pero todo marcha bien.” Puede que sea cierto, pero, como dijo Jesús, los problemas se están acercando. Cuando lleguen, más vale que te encuentren haciendo lo que dice el Salmo 91:1: “permaneciendo bajo la sombra del Todopoderoso”. La palabra permanecer significa “morar, permanecer fijo en un lugar determinado”. Si permaneces en algún lugar, ahí es donde vives. Puedo quedarme en un hotel mientras predico en un evento, pero, no permanezco allí. Solo estoy de paso. En Juan 15:7, Jesús dijo: «Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá». He descubierto que, si paso tiempo cada día en la Palabra de Dios, esa Palabra comenzará a permanecer en mí. Cobrará vida en mí y comenzará a hablarle a mi corazón continuamente.
¡Eso es maravilloso! Cuando te encuentres en problemas y esa Palabra de Dios que permanece en ti se levante para decirte qué hacer, te alegrarás de no haber sido un cristiano perezoso. Te alegrarás de haber hecho de la Palabra tu morada.
Abre tu boca y cierra la del diablo
Vuelve a leer el Salmo 91:2 y verás la segunda condición para experimentar la plenitud de tu salvación. “Diré del Señor: Él es mi Refugio y mi Fortaleza, mi Dios; en Él me apoyo y dependo, ¡y en Él confío [con seguridad]!” (AMPC).
Tú le das autoridad a Dios para actuar en tu vida al confiar en Él con tu corazón y al hablar palabras de fe con tu boca. Jesús nos enseñó este principio en Marcos 11:22-23, cuando dijo: «Tengan fe en Dios. Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá».
El diablo conoce esa verdad, por lo que intenta invertirla para que funcione a su favor. Él no puede entrar y forzarte a hacer cosas como lo hace con aquellos que no son salvos y están fuera del pacto de protección de Dios. Por lo tanto, deberá engañarte para que le des un lugar con tus palabras, al declarar palabras de temor y duda.
¿Alguna vez has notado que, cuando te sientes enfermo, lo primero que quieres hacer es contárselo a alguien? Si tienes un problema, quieres hablar de ello. Sea como fuere, piensas que, si puedes decirlo, te sentirás mejor.
Eso es exactamente lo que el diablo quiere que hagas. ¡Ignóralo!
En cambio, cuando lleguen los problemas, cierra la boca. No digas nada sobre esa situación hasta que estés centrado en la Palabra de Dios y la tengas en abundancia en tu corazón.
Entonces, cuando abras la boca, podrás hablar la Palabra. Podrás decir lo que Dios dice acerca de tu situación, no solo a ti mismo y a tus amigos, sino a la situación misma.
¡Así es! Marcos 11:23 dice que le hablamos a la montaña. Eso significa que no hablamos del problema. ¡Le hablamos al problema!
Le decimos lo que queremos que haga. Le decimos que sea quitado de acuerdo con la Palabra de Dios.
Podrá sonar extraño, pero es bíblico y es una parte vital de atender nuestro pacto de salvación. Recuerda: cuando hablamos la Palabra de Dios, cerramos la puerta al diablo y él no tiene ningún lugar donde operar.
No es demasiado tarde
Quizás estés leyendo esto y pensando: Gloria, todo suena maravilloso, pero es demasiado tarde para mí. Ya estoy en problemas. No he estado andando con Dios y no hay salida.
Si esa es tu situación, déjame animarte. Dios es bueno. Él es misericordioso.
Muchas veces he visto a personas clamar a Él en situaciones que habían llegado tan lejos que parecían sin solución… que era demasiado tarde. Pero no lo era. Dios aún cambió las cosas. ¡Él es bondadoso y bueno!
Si te mantienes firme en la Palabra de Dios y tomas la firme decisión de entregarle tu vida, Él puede abrir un camino donde parece no haberlo. Él te librará, no por lo que hayas hecho, sino por lo que Jesús ya hizo por ti.
No estoy diciendo que tus problemas desaparecerán al instante. Pero puede haber un cambio instantáneo. Comenzará en tu interior, en tu corazón. Si confías en el Señor, puedes tener gozo y paz en tu interior, incluso cuando las cosas en el exterior son difíciles.
Cuando te mantienes firme en Él y sigues escuchando Su Palabra y obedeciéndola, atendiendo a este gran pacto de salvación que Él te ha dado, tu vida cambiará día tras día. Si mantienes la puerta de la fe abierta a Dios y le das tiempo para obrar, Él restaurará lo que el diablo te ha robado y reparará lo que se ha roto. Él te quiere pleno.
“¡Oh, pero no soy digno!”, podrías decir.
No, por ti mismo no lo eres. Yo tampoco. Pero Jesús sí lo es, y nosotros estamos en Él. Nuestra justicia está en Él. Él vivió, murió y resucitó para que pudiéramos ser bendecidos con un pacto de paz.
No lo dejes escapar por descuido, y no dejes que los problemas de este mundo te abrumen. En cambio, ten ánimo… Él ha vencido al mundo. ¡Y, en Él, nosotros también!