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Un rostro de victoria

Desde las tribunas, Sarah Foster animaba al equipo de béisbol universitario de su hermano, cuando empezó a dolerle la cabeza. ¿Había tenido alguna vez dolor de cabeza? A sus 20 años, era fuerte, sana y atlética. Sin embargo, el dolor de cabeza persistía.

Dos días después, empezó a sentir un hormigueo en las manos y los pies, como si se le hubieran dormido. Incapacitada con un dolor debilitante, solo dormía durante intervalos de 30 minutos.

Además, ya no podía sonreír. La mitad de su cara se había paralizado.

A veces, su cerebro les ordenaba a las piernas que se movieran, pero estas no recibían el mensaje. Su médico le hizo una prueba tras otra, pero no pudo encontrar la causa. Finalmente, le agendó una cita con un neurólogo.

El 28 de marzo de 2007, mientras se preparaba para ir al médico, Sarah se dio un baño. Al no poder salir de la bañera, tuvo que llamar a su madre para que la ayudara. Al caminar hacia la cocina para almorzar, de repente no pudo levantar la pierna izquierda. Cuando se sentó a comer, no podía cortar la comida con el cuchillo y su madre tuvo que alimentarla.

En solo unas semanas, Sarah había pasado de gozar de una salud excelente a quedar inválida. El dolor insoportable la desesperó.

Una vez que el neurólogo terminó el examen, le dijo: “Padeces el síndrome de Guillain-Barré.

“Es un trastorno autoinmune que hace que el cuerpo se ataque a sí mismo”, le explicó el especialista. “Daña la vaina protectora que rodea los nervios o, a veces, los propios nervios. Eso es lo que te causa el dolor.”

El síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad rara que suele afectar a personas mayores, a menudo se desencadenaba por las vacunas, según el médico.

“¿Te han vacunado contra la gripe?”

Sarah respondió negativamente.

“Voy a ingresarte al hospital y mañana comenzaremos el tratamiento.”

“Si no va a empezar el tratamiento hasta mañana, ¿no podría llevármela a casa esta noche?”, preguntó la madre de Sarah.

“Si la envío a casa y se le paraliza el diafragma, morirá.”

Sarah reflexionó sobre esas palabras. La muerte le parecía un dulce alivio.

Lucha por la vida

“Cuando llegamos al hospital, quedé en shock porque me ingresaron al servicio de Terapia Intensiva (UCI)”, recuerda Sarah. “Las enfermeras me estaban esperando. Enseguida me conectaron a todo tipo de monitores. La terapeuta respiratoria me hizo respirar en una máquina que medía mi nivel de respiración.”

“No paraba de decirme: “¡Tienes que esforzarte más!” Sentía que lo estaba dando todo, pero no era mucho. Si respiraba menos del 30 %, tenían que ponerme un respirador. Ella me presionaba como un sargento para que no me lo pusieran.”

El tratamiento que me dieron se llamaba plasmaféresis. Me pasaron la sangre por una máquina que la filtraba. Estuve en la UCI por cuatro días antes de pasar a una habitación normal. Mi familia vivía en la pequeña ciudad de Hartwell, Georgia. El neurólogo y el hospital estaban a una hora de distancia.

Una familia de Hartwell vino a visitarme porque tenían un hijo al que también le habían diagnosticado el síndrome de Guillain-Barré. Es muy raro que los jóvenes contraigan esta enfermedad. Más raro aún era que dos jóvenes del mismo pueblo pequeño la contrajeran. Afortunadamente, él también sobrevivió.

“Cuando finalmente me dieron el alta, pensé que volvería a casa y todo volvería a la normalidad. Pero no fue así. Tardé dos meses y medio en poder volver a sonreír. Había otros efectos persistentes, como debilidad y fatiga. Dormía siestas todos los días.”

“Cognitivamente, mi mente también estaba confusa. Mientras hablaba, me atascaba en una palabra o frase y la repetía tres veces. Y no siempre entendía lo que decía la gente. Era vergonzoso.”

 

Nueva medicina

Sarah se había criado en un hogar cristiano y parecía estar en la iglesia cada vez que abrían las puertas. Amaba al Señor y lo servía. Pero nunca le habían enseñado acerca de la sanidad divina de Dios. No sabía que Dios todavía hace milagros.

Eso cambió cuando, tres años después de su diagnóstico, la madre de Sarah le dio un libro de Gloria Copeland, titulado, “La Prescripción de Dios para la Salud Divina”. El libro explicaba que la Palabra de Dios podía funcionar como un medicamento.

“Si la receta del médico indica que debes tomar el medicamento tres veces al día, entonces lo tomas por la mañana, al mediodía y por la noche”, explica Sarah.

Siguiendo ese razonamiento, Sarah comenzó a leer y a confesar las escrituras de sanidad que aparecían en el libro tres veces al día, como si fueran un medicamento. Varios meses después de comenzar esta práctica, tuvo una revelación. No podía recordar la última vez que se había recostado a dormir la siesta.

A medida que continuaba confesando esas escrituras de sanidad, Sarah notó que todos los síntomas que la habían aquejado desde que se enfermó habían desaparecido.

Estaba sanada.

“Eso me introdujo a un mundo completamente nuevo de fe”, recuerda Sarah. “Al crecer, había oído hablar de Kenneth y Gloria. Mi abuela se había graduado del Centro de Entrenamiento Bíblico Rhema cuando yo era pequeña.”

“Ahora, ya recuperada, Dios me guio a St. Louis para realizar unas prácticas de verano en los Ministerios Joyce Meyer.”

A continuación, el Señor le indicó a Sarah que se mudara y se inscribiera en el programa ministerial de tres años.

“Cuando me mudé allí, pidieron a todos los que trabajaban en la cocina que se vacunaran contra la hepatitis A”, recuerda Sarah. “Por supuesto, mi médico me eximió del requerimiento y, más tarde, también de la vacuna contra el COVID-19. Dijo que cualquiera de las dos podría provocar la reaparición del síndrome de Guillain-Barré. Leí un libro sobre diferentes vacunas y sus efectos secundarios, y el síndrome de Guillain-Barré figuraba como uno de los efectos secundarios de la vacuna contra el tétano. Decía que el efecto secundario podría no manifestarse hasta pasados cinco años.”

“Me diagnosticaron a los 20 años. A los 15, me habían puesto la vacuna contra el tétano antes de irme a un viaje misionero. Aunque no tengo forma de demostrarlo, sospecho que eso fue lo que desencadenó la enfermedad.”

“La escuela ministerial fue maravillosa. Además de las clases, tuvimos experiencia práctica sirviendo a personas sin hogar, evangelizando en las calles y en el ministerio infantil. Acepté un trabajo y me quedé allí después de terminar el programa.”

Nuevos ataques

A lo largo de los años, Sarah luchó contra episodios de depresión.

Una noche, mientras estaba en la cocina, sintió que un espíritu oscuro se apoderaba de ella. La animaba a coger un cuchillo. Ese momento oscuro la impulsó a preguntarle a Dios cómo podía liberarse.

Sintiendo que el Señor le decía que asistiera a la iglesia de Keith Moore en Branson, Missouri, ese fin de semana, Sarah se tomó el viernes libre en el trabajo y condujo hasta Branson para asistir al servicio vespertino. De pie entre la congregación, esperaba escuchar una palabra que le trajera la liberación.

En cambio, el pastor asociado habló de la bondad de Dios.

Estaba enfadada y decepcionada, pero escuchó la enseñanza y tomó notas. Al día siguiente, se sentó junto a la piscina y estudió las notas. El domingo, Keith Moore predicó. Su mensaje: La bondad de Dios.

Sarah recuerda que, incluso las canciones que se cantaron durante el culto, eran sobre la bondad de Dios. A pesar de sus sentimientos, se rindió y adoró a Dios por Su bondad.

Al día siguiente, en el trabajo, mientras caminaba con sus compañeros, Sarah volvió a sonreír. Notó que el mundo ahora brillaba con colores en lugar de ser blanco y negro. La pesadez de la depresión había creado un vacío que la había hecho adelgazar. Antes, era físicamente incapaz de comer más que unos bocados. Al recuperar el apetito, ahora comía hasta cinco tacos… otro milagro. ¡Había sido liberada de la depresión a través de la alabanza!

Sarah vivía frente al Centro de Sueños (Dream Center), donde trabajaba. Un día, cuando arrancaba su auto, un joven se le acercó. “¡Sal del auto!”, le ordenó.

Ella se rio, pensando que era una broma. Cuando él le dio una patada al auto y le exigió que saliera, se dio cuenta de que no era para reírse. Cuando salió, él le arrebató el teléfono de la mano y se marchó.

Sarah corrió al otro lado de la calle, al Dream Center, y le contó a un miembro del personal lo que había sucedido. Él la llevó a una oficina y llamó a la policía. Un miembro de la iglesia la llevó aparte. “Sabes lo que tienes que hacer. Llama al auto para que te lo devuelva.” Sarah lo hizo. La esposa de un pastor declaró confusión sobre el enemigo y que daría vueltas en círculos.”

“Mi auto fue recuperado a un kilómetro y medio de distancia”, dice Sarah. “Tenía un cuarto del tanque de gasolina.”

La persona que lo robó condujo hasta una gasolinera y se reunió con otro hombre. Juntos, habían robado a otra joven. Cuando llegó la policía, huyeron a pie.

“Cuando recuperé mi auto, el tanque estaba lleno. Mi teléfono y el bolso de la otra mujer estaban dentro. No tenía dinero en efectivo en mi bolso y uno de mis compañeros de trabajo había llamado para bloquear mi tarjeta de débito. Aun así, oré para que me devolvieran el bolso.”

“Dos días después, me lo devolvieron. Lo habían encontrado en las escaleras de una iglesia cercana. Aprendí que no hay razón para volverse una víctima. Si usamos nuestra autoridad, no tenemos que serlo.”

Una nueva dirección

Después de siete años en St. Louis, Sarah se mudó a Georgia. En el otoño de 2019, escuchó al hermano Copeland hablar sobre el Instituto Bíblico Kenneth Copeland Bible College®. Como Sarah ya se había graduado en una escuela ministerial, no veía razón alguna para asistir. Pero, a principios de 2022, supo que el Señor la estaba guiando allí. Un domingo, durante la adoración, el Señor le dijo: “¿Confías en mí lo suficiente como para decir que sí?” Ella lo hizo.

“Me inscribí al Instituto Bíblico Kenneth Copeland Bible College® y me mudé a Fort Worth en julio de 2022”, recuerda Sarah. “Me contrataron para trabajar como administradora de proyectos en la Iglesia Internacional EMIC. Con el tiempo, comencé a trabajar en WordWorks, la librería de la Iglesia Internacional EMIC.” El año pasado, Sarah se graduó del Instituto Bíblico con un título de Asociada en Estudios Bíblicos. Ahora forma parte del equipo de redacción del departamento de Comunicaciones de KCM.

Un día, mientras estaba en el trabajo, Sarah tuvo un flashback instantáneo después de que una compañera de trabajo la mirara y le dijera: “Tienes una sonrisa hermosa.” Por un momento, recordó el síndrome de Guillain-Barré, cómo la debilitante enfermedad le había dejado el rostro totalmente paralizado y cómo el Señor la había sanado y liberado del ataque del enemigo contra su vida. Luego pensó en KCM y en cómo el estar conectada con un ministerio tan poderoso, fijando su mente y su fe en la Palabra de Dios, le había traído una restauración total.

“Justo antes de que ella me dijera esas palabras, había salido a dar un paseo durante el almuerzo”, recuerda Sarah. “Mientras caminaba, recordaba aquella época de mi vida y pensaba: El enemigo me robó esos años. Esa había sido mi mentalidad durante los últimos veinte años. Y entonces, oí al Señor que me preguntaba: ¿Qué piensa la gente de ti ahora? ¿Cómo te perciben?”

“Durante casi veinte años, tuve dolor en mi corazón porque me habían robado mis veinte años a causa de la enfermedad. Me los habían robado. Pero entonces, el Señor me mostró que me había restaurado total y completamente. Hoy, con casi cuarenta años, la gente cree que tengo veintipico, que es precisamente la temporada de la vida que el enemigo intentó robarme. Ando en la juventud de una veinteañera.”

“Ser colaboradora de KCM es especial para mí porque mis oraciones y mis finanzas ayudan a personas de todo el mundo”, dice Sarah. “El mensaje de este ministerio cambió mi vida. Me atrevería a decir que me salvó la vida. Considero a la Sra. Gloria una heroína de la fe porque su libro transformó mi mundo.”

El enemigo intentó matar a Sarah Foster a través del síndrome de Guillain-Barré. Cuando eso no funcionó, intentó destruir su salud mental a través de la depresión. Al fracasar de nuevo, intentó arruinar sus finanzas a través de un robo de auto. Tampoco lo consiguió.

Jesús ganó la victoria por Sarah… y por ti… en el Calvario. V

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