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¿Estás Hablándole a tu Cuerpo?

3 Formas de Hablar el Lenguaje de la Salud

La pastora Terri Copeland Pearsons tiene un apodo para su esposo.

Para aquellos que asistan a la iglesia Eagle Mountain en persona o como miembros virtuales, no será una sorpresa. Ella lo llama “Capitán Confesión”. Eso es porque el pastor George Pearsons dirige a su congregación hacia confesiones habladas en cada servicio. Él dice de esta práctica: “Cuando decimos en voz alta la verdad que hemos aprendido, la captamos de una mejor manera, lanzamos nuestra fe cuando la declaramos “.

El pastor George sabe que las confesiones basadas en las Escrituras te cambian de adentro hacia afuera. Aún más, las palabras tienen un gran poder. Él dice: “Nuestras palabras llegan a nuestro futuro antes que nosotros, ellas preparan el camino y lo pavimentan hacia la victoria antes de que llegues”.

Piénsalo. Cuando formas parte de una cultura, es fundamental que aprendas el idioma, es cómo funcionas y operas con éxito en esa cultura. Somos parte de la cultura del Reino, y para operar victoriosamente, debemos aprender a hablar el lenguaje de la fe, especialmente en lo que se refiere a la salud y el bienestar.

¿Estás hablándole a tu cuerpo? ¿Le estás diciendo a tu cuerpo cómo debe ser, o estás dejando que tu cuerpo te diga cómo va a ser? No tenemos la opción de vivir o no de las palabras, pero sí podemos elegir las palabras de las que vivimos. Es hora de tomar autoridad sobre nuestros cuerpos como Cristo quiso. ¡Es hora de considerar estas 3 formas de hablar el lenguaje de la salud y transformar tu futuro!

1. Hablale a tu Cuerpo

“y llama las cosas que no existen, como si existieran.” – Romanos 4:17 (RVC)

¿Sabías que puedes hablar con tu cuerpo?

Puedes. Y deberías

Incluso la ciencia médica secular ha descubierto que la parte del cerebro que controla el habla humana está conectada a todos los nervios del cuerpo. Había un artículo de periódico escrito por un neurocirujano titulado “Hable con su cuerpo para librarse de los males”. En él, el médico sugirió que los pacientes hablen con sus cuerpos y les digan qué hacer, por ejemplo un diabético debe instruir a su páncreas para que secrete insulina y una persona con hipertensión debe decir varias veces al día: “Mi presión arterial es de 120 sobre 80”, el médico afirma : “No importa si el paciente sabe dónde está su páncreas o qué significa 120 sobre 80. ¡El cuerpo lo sabe!”

También puede funcionar a la inversa.

Hubo una mujer que experimentó fiebre continua durante un período de meses, pero después de realizarse varios exámenes, los médicos no pudieron encontrar nada malo en ella. Mientras interrogaban a la mujer, descubrieron que cada vez que estaba molesta, decía: “Eso simplemente me hace arder”. De hecho, lo decía varias veces al día. Aunque no estaban seguros de si estaba conectado, le pidieron que dejara de usar esa frase y, efectivamente, su temperatura volvió a la normalidad.

Las palabras fueron diseñadas por Dios para liberar poder. El lenguaje de la salud es el lenguaje de la fe. Por tus palabras te puedes enfermar y por tus palabras puedes vivir en sanidad.

Entonces, ¿qué le estás diciendo a tu cuerpo?

¿Estás diciendo: “Bueno, me estoy haciendo mayor. Simplemente no puedo escuchar, ver o recordar como antes”? , o qué pasa con cosas como: “Soy diabético. Tengo presión arterial alta y simplemente no puedo perder peso”?, Cuando haces esto, le estás hablando a tu cuerpo y diciéndole cómo debe ser, te des cuenta o no. ¡Esas palabras son peligrosas! Por eso Proverbios 13:3 dice: “El que guarda sus labios guarda su vida, pero el que habla precipitadamente se arruinará” (NVI-84).

En cambio, sé intencional al hablarle a tu cuerpo. Di cosas como:

  • “Mi juventud se renueva como la del águila”.

  • “Mi colesterol es bajo”.

  • “Mis huesos y músculos están sanos y fuertes”.

  • “¡Mi corazón está restaurado!”

  • “No tengo problemas para perder peso”.

  • “Tengo la mente de Cristo. ¡Mi mente es aguda, mi memoria es perfecta, mi vista y oído son perfectos, y mi espalda no tiene dolor!”

Cuando hablas el lenguaje de la salud, tus palabras dirigen tu cuerpo, por ello tus Palabras deben estar alineadas con la Palabra de Dios.

2. Protege tu Corazón

“Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida”. – Proverbios 4:23 (RVC)

Tus palabras dirigen el curso de tu vida y tu corazón es el capitán de tu boca. Si quieres decir las palabras correctas y no cometer un desliz, debes proteger tu corazón. Eso es porque, como dice Gloria Copeland, “De la abundancia del corazón, la boca gotea”. ¡Tenemos que observar lo que está pasando en nuestros corazones!

Eso puede ser difícil en el mundo de hoy porque, seamos realistas, no puedes encender la televisión sin un sinfín de comerciales de productos farmacéuticos para todas las enfermedades y dolencias imaginables. Incluso los amigos y la familia pueden centrar la conversación en nuevas dolencias y medicamentos.

Muchos cristianos creen que son inmunes y pueden manejar las influencias seculares sin ningún impacto negativo en su corazón o condición espiritual, pero la Biblia nos dice lo contrario. En el Salmo 101:3, David dijo: “No pondré cosa indigna delante de mis ojos”. David sabía la importancia de tener en cuenta lo que entraba en sus ojos y con quién se asociaba. ¡Se lo tomó muy en serio!

Nosotros también debemos comprender el poder de las palabras que entran en nuestros ojos y en nuestros oídos, especialmente en el área de la salud y el bienestar. Cuanto más leemos y escuchamos la Palabra de Dios, más llega a nuestro espíritu y luego sale por nuestra boca. Lo mismo ocurre con los medios negativos, laicos o las malas compañías. 

Es posible vivir en este mundo y simultáneamente proteger nuestros corazones de ser influenciados. Aunque estamos rodeados de tantas cosas que son contrarias a la Palabra de Dios, podemos mantenernos firmes en  la verdad y la justicia.

¿Cómo puedes proteger tu corazón y mantener las confesiones de sanidad?

  • Silencia o apaga todos los comerciales farmacéuticos.

  • Rehusate a ver o leer noticias que promuevan el miedo a las enfermedades o padecimientos.

  • Pasa tiempo con creyentes llenos de fe que dan prioridad a las palabras de fe, personas que conocen el lenguaje de la salud.

  • Limita el tiempo con las personas que hablan de enfermedad, dolencia y muerte.

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