La Ley del Espíritu de Vida
Las palabras expresadas en la conjugación de Futuro Simple, son una de las más poderosas del idioma inglés. Cuando dices: “No temeré” (I will not Fear), estás expresando que has tomado una firme decisión sobre la cual no hay debate y de la cual no te retractarás. De hecho, estás declarando: “Para mí, será así y no de otra manera: independiente de lo que suceda a mi alrededor o de lo que otras personas decidan hacer, me niego a temer.”
Es una declaración para valientes. Sin embargo, como creyente, puedes hacerla con confianza. Puedes comprometerte a vivir una vida libre del temor por la misma razón que el salmista pudo hacerlo: ¡Porque el SEÑOR está de tu lado!
Él está tan decididamente de tu lado, que te hizo Su propio hijo.
Está tan comprometido a BENDECIRTE, que envió a Jesús a derramar Su preciosa sangre para redimirte (en espíritu, alma y cuerpo) de toda obra del diablo.
Te ama tanto, que pagó el precio máximo a pagar, y así revertir lo que Satanás había hecho en Adán, a fin de que pudieras nacer de nuevo de la muerte a la vida.
Dios está tan plenamente a nuestro favor, y de todos los creyentes, que incluso antes de que le pidamos la salvación, Él ya nos la había proporcionado. Romanos 8:31-32 expresa: «¿Qué más podemos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros. El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?»
¡Medita al respecto! Estamos hablando del Creador de los cielos y la tierra. Es el Todopoderoso, el Altísimo, Aquel para quien nada es imposible. Con Él de nuestro lado, nadie se nos puede oponer. Nada puede vencernos. Con el Señor a nuestro favor, no tenemos motivos para temer; al contrario, contamos con todas las razones para no hacerlo.
De hecho, el temor ni siquiera es algo natural para el creyente.
Es ajeno a nuestro espíritu porque, cuando recibimos a Jesús como nuestro SEÑOR, recibimos una nueva naturaleza espiritual. Nuestra vieja naturaleza infestada de pecado y temor murió, y recibimos a cambio la naturaleza de Cristo. En Él, nos hemos convertido en «…una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación.» (2 Corintios 5:17-18).
En otras palabras, todas las cualidades, fuerzas y características de Dios que originalmente formaban parte de Adán, ahora residen en nosotros. Como ya vimos en el Capítulo 1, Adán no tenía temor alguno cuando Dios lo creó. Era un hombre de fe, creado a imagen de Dios.
Como hijo renacido de Dios, lo mismo aplica en tu vida. ¡Eres un ser de fe! Tu espíritu renacido no produce miedo. En tu caso, ya no es una fuerza natural. Has sido recreado a imagen de Dios, y no recibiste de Él «…un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!».» (Romanos 8:15, Nueva Versión Internacional).
Puede que el miedo aún te parezca algo natural, pero esto se debe a que lo has estado poniendo en acción. Has seguido dándole cabida de la misma manera que lo hacías antes de nacer de nuevo. En aquel entonces, el miedo era realmente natural para ti porque tu espíritu todavía producía lo contrario a la PALABRA de Dios. ¡Pero ese ya no es el caso! Sin embargo, si permites que el temor entre a tu vida de manera externa, tu espíritu podrá albergarlo, aunque tu espíritu humano renacido ya no lo esté produciendo – Tu espíritu produce fe.
La fe es lo que te permite clamar a Dios: “¡Abba, Padre!” Abba significa “Papá”. Es una expresión de pertenencia. Es diferente de la palabra Padre. Incluso las personas que no tienen una relación personal con Dios lo llaman Padre. No lo expresan con fe, con la confianza de que Él los ama y está de su lado. Lo dicen como si Él fuera alguien a Quien temer, como si se alejaran de Él por miedo a lo que pudiera hacerles.
Los que conocemos a Dios como Abba no tenemos que alejarnos de Él. Podemos correr hacia Él. Podemos tener la misma actitud que tienen los niños naturales cuando, al ver a su padre con un helado o una golosina, corren hacia él gritando: “¡Papá, papá! ¡Quiero un poco de lo que estás comiendo!” La misma palabra papá revela cuánta fe tiene el niño en su padre. Indica que el niño ya sabe que su papá le dará lo que le pida.
Yo lo hacía cuando mi mamá cocinaba. De niño, la seguía por la cocina metiendo los dedos en todo lo que preparara para probarlo. A veces se enfadaba porque la estorbaba y trataba de ahuyentarme. Pero yo me quedaba a su alrededor, observándola (y, a medida que crecía, mirando por encima de su hombro) y diciéndole: “Quiero un poco de eso.”
¿Por qué demostraba tanto atrevimiento?
¡Ella es mi mamá! Soy su hijo y sé que me ama. Nunca se me hubiera ocurrido arrastrarme de rodillas hasta la cocina y rogarle que me dejara probar algo. Nunca le hubiera dicho: “Mamá, no soy digno. ¿Podrías darme unas migajas?”
Esa expresión no hubiera conllevado fe alguna… solo miedo. Sin embargo, a menudo oímos a los cristianos decirle cosas similares a Dios. Oran: “Oh, Padre, si tan solo pudiera tener las migajas de tu mesa, sería suficiente.”
Si un niño les tiene miedo a sus padres, es un mal síntoma. Cuando la relación entre ellos es sana, el niño tiene fe en el amor de sus padres, por lo que nunca les tendrá miedo. Sin embargo, también los honra y respeta lo suficiente como para obedecerles.
Disfruté de esa clase de relación con mi padre natural, A. W. Copeland. Lo llamé “papá” todos los días de su vida. No me importaba si sonaba maduro o no. Él era mi amigo. Pero, al crecer, también sabía que, como mi padre, me castigaría si mentía, le contestaba mal a mi madre o hacía algo que estuviera muy mal.
Los creyentes tenemos la misma relación con Dios. Lo honramos y reverenciamos como nuestro Padre y, al mismo tiempo, sabemos que Él nos ama y que es nuestro Abba… nuestro Papá. Podemos decir con valentía: “El Señor está a mi lado; no temeré”, porque hemos nacido de Él, y Él no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de fe.
Poderosas fuerzas espirituales
La fe es el poder creativo de Dios. Es la fuerza espiritual que Él utiliza para cumplir Su PALABRA. Cada vez que esté en funcionamiento, producirá algo positivo. La fe siempre te hará bien.
Como recíproco de la fe, el temor ejercerá exactamente lo contrario. Siempre te hará daño. Cada vez que esté en funcionamiento, la situación empeorará porque es la fuerza espiritual utilizada por satanás para llevar a cabo su malvada voluntad. No me refiero a un concepto intelectual o a una emoción. En realidad, es una fuerza espiritual negativa.
¿Has identificado alguna vez que, cuando alguien se asusta mucho, tiende a ponerse la mano en el pecho y decir cosas como: “Me asusté tanto que tengo el corazón en la garganta”? Sin siquiera darse cuenta, están identificando correctamente el origen del miedo. Éste proviene de su corazón, o de su espíritu.
Puede que no se haya producido en su espíritu. De hecho, como ya hemos visto, si son creyentes, definitivamente no fue el caso. Los espíritus humanos renacidos no producen miedo. Para que entre en nosotros, debemos permitir que nos penetre desde fuera, entreteniéndolo y aceptándolo.
¿Qué nos llevaría a hacerlo? Una vez más, Oseas 4:6 lo explica: «Porque carece de conocimiento».
La mayoría de los cristianos dejan involuntariamente que el miedo penetre su espíritu por ignorancia. La mayoría del tiempo, ni siquiera son conscientes de que lo han permitido. Cuando se enfrentan a una situación amenazante y el temor surge de su espíritu, simplemente asumen que su aparición es en respuesta a la situación. Pero no es así. El miedo surgió porque ya estaba presente en ellos.
Todos lo hemos experimentado. A veces, sin percatarnos, hemos dejado colar al miedo y sus efectos colaterales sin ser conscientes de ello.
“Bueno”, podrías decir, “Sé muy bien cómo se siente el temor, así que ¿no sería consciente del mismo si estuviera dentro mío?”
No necesariamente, porque el miedo no es un sentimiento. Es una fuerza espiritual.
Las fuerzas espirituales operan sin que las sientas. Medita al respecto e identificarás que es cierto. No podrás saber si tienes fe, o si la misma está obrando en ti, al consultar tus sentimientos naturales.
La fe no tiene nada que ver con los sentimientos. Funciona en el espíritu. Comienza su obra en ti cuando plantas la semilla espiritual de la PALABRA de Dios en tu corazón. Si guardas la PALABRA en tu corazón y en tu boca, y no permites que el diablo te la robe, la fuerza espiritual de la fe seguirá obrando en ti y a tu favor hasta que esa PALABRA se convierta en una realidad manifiesta en tu vida. Jesús dijo en Marcos 4:
Así es el reino de Dios, como si un hombre echara semilla en la tierra; y durmiera, y se levantara noche y día, y la semilla brotara y creciera, él no sabe cómo. Porque la tierra produce de sí misma, primero la hierba, luego la espiga, después el grano lleno en la espiga. (versículos 26-28)
Fíjate que Jesús no dijo que el hombre se levantara en medio de la noche y desenterrara la semilla para monitorear su crecimiento porque no podía sentir si crecía o no. Al contrario, el hombre sabía que sus sentimientos no estaban involucrados en el proceso. Entendía que, una vez sembrada, la semilla haría su trabajo. Bajo tierra, donde no podría ver ni sentir qué estaba sucediendo, el proceso de crecimiento se desarrollaría y, finalmente, obtendría una cosecha.
Lo mismo ocurre con la fe en la PALABRA de Dios. Funciona de manera invisible e imperceptible en el corazón humano, tal como lo hizo la semilla de aquel hombre en tierra. El miedo sigue el mismo proceso. Debido a que es una fuerza espiritual, también puede estar trabajando en nosotros sin que lo sintamos. Así como la fe puede estar obrando de manera invisible e imperceptible en un creyente para producir sanidad, el miedo puede estar obrando en alguien sin que se percate para enfermarlo.
Incluso, la ciencia médica confirma que el miedo puede producir (y produce) enfermedades como la artritis, cardiopatías, problemas digestivos, trastornos inmunológicos y diversas dolencias. El miedo puede paralizar la mente humana, cambiar el color del cabello de una persona e incluso cegarla. He hablado con médicos que me han dicho que el 80% o más de los pacientes que ingresan en los hospitales lo hacen por miedo, ansiedad y preocupación.
La preocupación es tan común, que muchas personas ni siquiera la consideran asociada al miedo, pero existe una conexión. Es la acción de meditar en una mentira del diablo hasta que te asuste. La preocupación hará que atraigas cosas negativas que aún no existen. Te hará sumergirte en el miedo hasta que hables de lo que te preocupa como si ya hubiera sucedido y, como resultado, a veces sucederá. Incluso, si no se manifiesta, la preocupación en sí misma dañará tu cuerpo.
Por eso no es raro oír a la gente decir cosas como: “Estoy enfermo de tanta preocupación.” Literalmente, provocaron su propia enfermedad.
Leyes diferentes con resultados diferentes
¿Por qué la preocupación y el miedo son tan destructivos?
Porque activan el funcionamiento de la ley espiritual del pecado y la muerte.
Esa ley es la ley espiritual más infernal que jamás se haya puesto en marcha en la tierra. Es la recíproca satánica de la ley espiritual maestra establecida originalmente por Dios: La ley de la vida.
Si no estás familiarizado con el concepto de las leyes espirituales, éstas gobiernan el funcionamiento del reino espiritual de manera muy similar al gobierno de las leyes físicas sobre el mundo natural. Así, mientras que la ley de vida de Dios no producía más que BENDICIONES y bien en la tierra, cuando la ley del pecado y la muerte entró en funcionamiento, comenzó a producir lo contrario. Pervirtió la ley de vida y trajo consigo todas las manifestaciones mortales de la maldición. Se convirtió en la ley maestra maligna del reino espiritual y comenzó su cruel reinado sobre la humanidad.
La ley del pecado y la muerte sigue en vigencia hoy en día. Sigue siendo tan letal como siempre, pero, gracias a Dios, no tienes que dejar que reine sobre tu vida. En cambio, tú puedes reinar sobre ella, porque, a través del plan de la Redención, Dios ha establecido otra ley espiritual maestra. Se trata de una ley que no solo es superior a la ley del pecado y la muerte, sino que es más elevada e incluso más poderosa que la ley original del espíritu de vida.
¿Cuál es esta ley superior?
¡La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús!
La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús es la ley que entró en funcionamiento en tu vida cuando naciste de nuevo. Es la ley que te permitió ser librado del reino de las tinieblas y entrar en el reino del amado Hijo de Dios. Es la misma ley que te libró de la maldición para que, incluso en un mundo donde la maldición todavía está en funcionamiento, puedas disfrutar de la Vida y la BENDICIÓN de Dios.
(Artículo adaptado del nuevo libro de Kenneth Copeland, titulado Vive libre del Temor (Live Fear Free). Para obtener más información o para ordenar tu copia hoy mismo, consulta el anuncio en esta página.)