Poder Sobrenatural… ¡las 24 horas del día!
¿No sería maravilloso que el poder de Dios fluyera a través de ti todo el tiempo? ¿No sería maravilloso que pudieras andar en Su poder sobrenatural todos los días?
No hay duda al respecto. Sería una vida gloriosa. Sin embargo, la mayoría de los cristianos no creen que sea posible. Piensan que el poder sobrenatural de Dios solo se manifiesta a través de los dones del Espíritu, y la Biblia dice que esos dones solo se dan según la voluntad de Dios.
Si bien es cierto que no podemos operar en los dones del Espíritu, tales como palabras de sabiduría y conocimiento, dones de sanidad y milagros, las 24 horas del día, Dios nos ha dado un manantial de poder sobrenatural que brota continuamente de nuestro interior. Él ha hecho que, en nuestro espíritu renacido, residan fuerzas poderosas que nos permiten vencer cualquier impedimento que el diablo pueda lanzar en nuestra contra en cualquier momento del día, o de la noche.
Gálatas 5:22-23 llama al conjunto de estas fuerzas invencibles “el fruto del espíritu”. Sus componentes incluyen el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (o dominio propio).
Contrario a la creencia popular, el fruto del espíritu no son solo cualidades agradables que debemos adoptar para ser de buena compañía, ¡aunque las personas que tienen ese fruto son deliciosamente agradables! El fruto del espíritu realmente libera el poder sobrenatural de Dios en nuestras vidas.
El amor, por ejemplo, es el poder de Dios para vencer todos los obstáculos, ya que, como dice 1 Corintios 13:8: «El amor jamás dejará de existir…» El gozo te fortalece con poder sobrenatural cuando empiezas a debilitarte, ya que Nehemías 8:10 dice: «El gozo del Señor es nuestra fuerza». La paz te sostiene y te ayuda a tomar decisiones correctas sobrenaturalmente, ya que Colosenses 3:15 dice: «Y permitan que la paz… de Cristo gobierne (actúe como árbitro continuamente) en sus corazones [decidiendo y resolviendo definitivamente todas las cuestiones que surjan en sus mentes…]» (Biblia Amplificada, Edición Clásica, AMPC).
Aunque el espacio no nos lo permita, podría seguir enumerando todos y cada uno de los componentes del fruto del espíritu y mostrarte cómo cada uno contribuye para liberar el poder de Dios y hacerte victorioso en cualquier área de tu vida. También podría mostrarte cómo el hecho de no liberar ni siquiera una de esas fuerzas en tu vida puede hacerte vulnerable a los ataques del enemigo.
Greg Zoschak escribió un maravilloso libro sobre el fruto del espíritu, y lo expresa de esta manera:
Cada componente del fruto del Espíritu le permite al creyente individualmente afrontar mejor las situaciones adversas que surgen en su vida. No hay ninguna prueba, situación o tentación a la que se enfrente un hijo o hija de Dios que no pueda ser superada por uno de estos frutos del Espíritu… De hecho, un creyente no puede ser un vencedor total si le faltase alguno de los frutos del Espíritu en su vida, porque esa área en particular será precisamente en la que el diablo concentrará su ataque.
Tu predisposición natural a lo sobrenatural
El fruto del espíritu y sus componentes son tan vitales y poderosos que, si tuviera que elegir entre ellos y los dones del Espíritu (¡Gracias a Dios no tengo que hacerlo!), elegiría al fruto. ¿Por qué? Porque es posible tener dones espectaculares del Espíritu manifestándose en tu vida y, aun así, desviarte tanto del camino que acabas naufragando y fracasando espiritualmente.
Sin embargo, cuando tienes el fruto del Espíritu fluyendo activamente en tu vida, ¡puedes estar seguro de que nunca caerás!
Sonará algo extremista, pero es cierto. Lo sé, porque la Biblia misma hace esa promesa en 2 Pedro 1. Nos dice:
Por eso, ustedes deben esforzarse por añadir virtud a su fe, conocimiento a su virtud, dominio propio al conocimiento; paciencia al dominio propio, piedad a la paciencia, afecto fraternal a la piedad, y amor al afecto fraternal. Si todo esto abunda en ustedes, serán muy útiles y productivos en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo… Por eso, hermanos, procuren fortalecer su llamado y elección. Si hacen esto, jamás caerán. (versículos 5-8, 10).
Cuando finalmente comprendí lo que decía ese versículo, tomé una decisión. Decidí tener estas poderosas fuerzas llamadas el fruto del Espíritu fluyendo en mi vida, porque no quiero caer. No quiero tropezar y perder mi destino. ¡Quiero correr la carrera que Dios me ha asignado y finalizarla victoriosamente!
“Yo también, Gloria”, podrías decir. “Pero tengo un problema. No soy muy paciente. Mi personalidad es dura, no es amable. Y me falta mucha autodisciplina. En otras palabras, el fruto del espíritu no brota naturalmente de mí.”
Sí, sí brota.
Si has nacido de nuevo, el fruto del Espíritu ya es parte de tu nueva naturaleza. ¡Sus fuerzas son tu predisposición natural para lo sobrenatural!
Cuando hiciste a Jesús el Señor de tu vida, te convertiste en «una nueva creación» (2 Corintios 5:17). Tu espíritu renació a la imagen de tu Padre celestial. Fuiste hecho participante de Su naturaleza divina (2 Pedro 1:4).
Dios es amor por naturaleza. La Biblia dice: «Dios es amor» (1 Juan 4:8).
Dios es alegre por naturaleza. La Biblia dice: «Con tu presencia me llenas de alegría» (Salmo 16:11).
Dios es bueno por naturaleza. La Biblia dice: «¡EL SEÑOR!… [es] grande en misericordia» (Éxodo 34:6).
Dios es pacífico por naturaleza. La Biblia lo llama «el Dios de paz» (Filipenses 4:9).
Dios es paciente por naturaleza. Números 14:18 dice: «Yo soy el Señor, lento para la ira pero grande en misericordia».
Dios es amable por naturaleza. David le dijo: «Con tu bondad me engrandeciste» (Salmo 18:35).
Dios es fiel por naturaleza. El Salmo 119:90 dice: «Tu fidelidad es la misma por todas las edades».
Dios es manso por naturaleza. Jesús, que es exactamente como el Padre, dijo: «Soy manso» (Mateo 11:29).
Sabemos que Dios es tranquilo por naturaleza porque, si no lo fuera, ninguno de nosotros estaría aquí.
La razón por la que he repasado la lista completa del fruto es porque quería grabar firmemente en tu mente la revelación de que todos son atributos de Dios. Y, dado que has nacido de nuevo a Su imagen, ¡también son tus atributos! Porque Dios es amor, tú eres amor. Porque Dios es paciente, tú eres paciente. Porque todo el fruto del Espíritu es Suyo por naturaleza, ¡también es tuyo en su totalidad! ¡Has nacido de Dios!
Cómo ganar la batalla
A la luz de este hecho, quizás te preguntes por qué los creyentes actúan tan a menudo como lo hacen. Si son amorosos por naturaleza, ¿por qué a veces son tan rudos?
En su mayor parte, se debe a que no han cultivado la nueva naturaleza. No han aprendido a dejar que fluya hacia afuera lo que ya hay dentro de ellos. No han aprendido a rendirse al fruto del Espíritu.
Al contrario, continúan sometiéndose a los hábitos carnales que han desarrollado a lo largo de los años. Ceden a las presiones del diablo, haciendo lo que su viejo cuerpo entrenado en el pecado quiere hacer, en lugar de lo que desea el nuevo hombre (o lo que 1 Pedro 3:4 llama «la persona interior del corazón», RVA-2015).
Todos hemos caído en esta trampa alguna vez. Todos hemos descubierto que andar según nuestra nueva naturaleza no es sencillo. Implica una lucha. Como dice Gálatas 5:17: «Los deseos de la carne se oponen al Espíritu [Santo], y los [deseos del] Espíritu se oponen a la carne (la naturaleza humana impía); porque estos son antagónicos entre sí [se resisten y conflictúan continuamente entre sí]» (AMPC). Así que, cuando decidimos obedecer los deseos y los impulsos de nuestro espíritu renacido, nuestra carne comienza a luchar contra nosotros.
La manera de evitar perder la batalla y ceder a la carne se encuentra en Gálatas 5:16. Dice: “Anden y vivan [habitualmente] en el Espíritu [Santo] [respondiendo al Espíritu y controlados y guiados por él]; entonces ciertamente no satisfarán los anhelos y deseos de la carne” (AMPC).
La Reina Valera Actualizada dice: «Digo, pues: «Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne».
Muchas veces, la gente hace lo inverso. Se esfuerzan y luchan tratando de vencer la carne, pensando que, si pudieran dejar de comportarse mal… si pudieran dejar de fumar… si pudieran superar su depresión, serían capaces de andar en el espíritu. Pero no funciona en ese orden.
Hace años, fui testigo de una de las mejores ilustraciones de esa verdad en la vida de Ken, cuando intentó dejar de fumar. Aunque aún no estaba en el ministerio, había nacido de nuevo, amaba a Dios con todo su corazón y quería agradarle. El problema yacía en que había sido un fumador empedernido durante años y el hábito tenía un fuerte control sobre su cuerpo.
Luchó durante meses para superarlo. A veces, mientras conducía por la autopista, tenía tantas ganas de fumar que tiraba los cigarrillos por la ventana. Sin embargo, al cabo de unos kilómetros, su carne se rebelaba y le pedía un cigarrillo, ¡y él regresaba a buscar el paquete que había tirado!
Te aseguro que su carne y su espíritu estaban en guerra, y su carne siempre parecía ganarla.
Pero, todo eso cambió cuando asistió a un evento en Houston, donde escuchó la Palabra predicada dos veces al día, todos los días, durante tres semanas. Cuando terminó el evento y conducía de regreso a casa, de repente descubrió que no había fumado en días. Había estado tan involucrado en las cosas de Dios, tan ocupado andando en el espíritu, que el hábito que una vez le había parecido imposible de romper simplemente había desaparecido. La Palabra de Dios lo había separado.
Mantén la comunión
A veces, cuando le digo a la gente que andar en el espíritu es el secreto para tener el fruto en tu vida, piensan que les estoy diciendo que hagan algo misterioso y difícil. Sin embargo, en realidad, andar en el espíritu es muy sencillo. Lo haces al poner a Dios en primer lugar en tu vida. Lo haces manteniendo comunión con Él a través de Su Palabra y de la oración.
Leer, estudiar y escuchar la Palabra de Dios es vital para andar en el espíritu. La comunión con Dios a través de Su Palabra le abre la puerta de tu corazón para que el fruto del espíritu pueda fluir de él.
Cuando meditas al respecto, puedes entender fácilmente el por qué. La Palabra es como alimento espiritual. Cuanto más la pones en tu corazón, más se fortalece tu espíritu. Si continúas alimentándote de la Palabra, con el tiempo será tan poderosa que podrá vencer a la carne en todo momento (Hebreos 5:14).
Lo contrario también es cierto. Si pasas tu tiempo alimentándote de telenovelas, historias románticas y las noticias del día, tu carne se fortalecerá y tu espíritu se debilitará. Aunque sigas teniendo el deseo interior de ser amoroso y amable, ¡la carne te intimidará para que actúes como el diablo!
Si deseas fortalecer tu espíritu específicamente en el área de un fruto del Espíritu en particular, una de las cosas más sabias que puedes hacer es alimentarte de lo que la Palabra dice acerca de ese componente. Si últimamente has estado falto de alegría, por ejemplo, proponte cada día leer y meditar en lo que la Biblia dice acerca del gozo y el regocijarte. Edifica tu espíritu en esa área en particular.
Jesús dijo: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» (Juan 8:31-32). Permanecer en la Palabra te hará libre de las ataduras de la carne para que el fruto del Espíritu pueda fluir.
Fíjate que Jesús dijo: «Permanecen en mi palabra». No dijo: “Lee la Palabra de vez en cuando”. No dijo: “Hazlo cuando quieras.” Dijo que permanecieras en la Palabra continuamente.
Tampoco lo dijo una sola vez. Lo repitió una y otra vez. En Juan 15, por ejemplo, instantes antes de ir a la cruz, volvió a enfatizar la importancia de permanecer en la Palabra y en comunión con Él. Dijo:
Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Así como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer. El que no permanece en mí, será desechado como pámpano, y se secará; a éstos se les recoge y se les arroja al fuego, y allí arden. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá. En esto es glorificado mi Padre: en que lleven mucho fruto, y sean así mis discípulos. (versículos 4-8).
Jesús dijo que, para dar fruto, debemos permanecer en Él. La palabra permanecer no significa entrar y salir. Se refiere al lugar donde habitas y moras continuamente.
Contrariamente a lo que mucha gente piensa, no se puede vivir de domingo a domingo. No se puede tener comunión con el Señor una vez a la semana en la iglesia, ignorarlo el resto del tiempo y que el nuevo hombre en tu interior ejerza el dominio. «El que no permanece en mí, será desechado como pámpano, y se secará» (versículo 6).
En el momento en que una rama se separa de la vid, comienza a morir. No importa cuán cerca estén. Puedes colocar esa rama junto a la vid, pero, si la unión se ha roto, no habrá flujo de vida. No habrá savia fluyendo de la vid a la rama.
Lo mismo ocurre con nosotros. Cuando estamos demasiado ocupados para pasar tiempo con Dios en oración y en Su Palabra, cuando nos preocupamos por las cosas naturales y terrenales y nos desconectamos de la comunión con Él, inmediatamente comenzamos a marchitarnos.
La palabra marchitar significa “arrugarse; perder o hacer perder energía, fuerza o frescura”. Es una imagen vívida de lo que nos sucede cuando no vivimos en contacto vital con el Señor. Le seguimos perteneciendo. Tenemos Su vida dentro de nosotros, pero Su energía no fluye a través de nosotros, por lo que no podemos producir nada.
Perdemos nuestra capacidad de acción espiritual. Puede que sepamos lo que hay que hacer, pero nos falta el poder para hacerlo. ¡No tenemos la fuerza para dar fruto!
Toma la decisión
Al contrario, cuando permaneces en la Vid, con seguridad darás fruto. De hecho, ¡será inevitable! El poder del Espíritu Santo que fluye a través de ti producirá naturalmente lo que Dios ha puesto dentro de ti. Comenzarás a actuar como la persona amorosa, alegre, pacífica, paciente, amable, buena, fiel, humilde y dominada que realmente eres.
Por supuesto, aún tendrás que tomar la decisión. Cuando conduzcas por la autopista y alguien se te cruce, tendrás que elegir entre ceder a la irritación de tu carne que quiere tocar la bocina y amenazar con el puño, o ceder al amor de Dios que sonríe y dice: “Señor, bendice a esa persona y ayúdala a llegar sana y salva a destino.”
Personalmente, he aprendido a comenzar cada día tomando esa decisión por adelantado. Al comenzar mi día en oración, digo: “Padre, tomo la decisión ahora mismo de someterme al fruto del Espíritu”. Luego, hago todo lo posible por actuar conforme esa decisión durante todo el día.
Te invito a que hagas lo mismo. No siempre será fácil, pero el esfuerzo siempre valdrá la pena. Cuando el fruto del Espíritu fluya en tu vida, andarás en el poder de Dios. Vivirás, por fin, como el vencedor para el que fuiste nacido de nuevo. V
Consejos prácticos para la victoria
A continuación, te presento unos consejos prácticos que te ayudarán:
- Al elegir permanecer en Jesús, comenzarás a producir el fruto de Su naturaleza. (Juan 15:4-8)
- Se te ha dado un fruto eterno, que nunca se echará a perder. (Gálatas 5:22-23)
- Usa el gozo que se te ha dado como tu fuerza y vencerás cualquier debilidad en la vida. (Nehemías 8:10)
- Reconoce que has madurado, pero que aún estás madurando. Estás siendo equipado con habilidades destinadas a un propósito mayor. (Hebreos 5:14)
- Pon tu confianza en esta verdad: Su paz es el remedio para toda confusión que enfrentes. (Colosenses 3:15)